“Música para los sentidos...”
Según Wikipedia, “El arte está para transmitir sensaciones”. Un cuadro, una novela, una escultura, qué más da lo que digan unos u otros expertos o no expertos. Lo importante es que te diga a ti algo que te puede conmover, alegrar o entristecer, que si algo se activa en tu cuerpo al ver una obra de arte, entonces esta ha cumplido con su cometido. En el caso de la música. Cuánto se puede decir de la música. Hay muy pocas cosas que emocionen más que una melodía. Hay canciones para cada momento: para celebrar, para olvidar, para evadir, para enfadar, etcétera. A todos los sentimientos les corresponde una canción. Porque la música es un arte, un arte que cumple su cometido.
Un ejemplo
claro e interesante es la de este ser “ultraviolento”, Alex, protagonista de “La
Naranja Mecánica”, que es conmovido por la música. Puesto que esta le produce
placer, alegría, emoción de paz. Al
menos al principio. ¿Y cómo lo atacan? No valen las amenazas, no valen los
golpes, le quitan simplemente lo que más ama: “La música”.
Podemos decir
que existen melodías, músicas, obras completas, que recordamos al asociarlas a
otras situaciones. Esa música o esas situaciones nos provocan una serie de
sensaciones, ya sean más o menos intensas. Por poner un ejemplo, imaginemos una
situación en la que estamos leyendo un libro en particular, y mientras tanto,
oímos una música concreta. Cada vez que escuchemos esa música, recordaremos ese
libro, y cada vez que volvamos a tener el libro entre las manos, nos vendrá esa
música a la cabeza.
Entonces ¿Es
la música un arte o un lenguaje que transmite emociones?
Según lo que pienso yo la música, por sí misma, es incapaz de transmitir emoción alguna. Lo cual no quiere decir que no sea capaz de provocar estados o sensaciones concretas. La música no puede transmitir la emoción del amor, o del odio. La música llevará, mediante herramientas concretas (usos del lenguaje musical), a la predisposición de que un oyente determinado tenga una sensación. Pero no dará lugar, directamente, a una emoción.
Esta idea es extensible, según entiendo, a todas las artes. Ninguna pintura provocará sensación de ira, pero el recurso del tono rojo como potenciador de una sensación determinada que pueda llevarnos a encauzar nuestro estado hacia la ira es posible. En ese uso, en ese empleo de los recursos determinados es donde radica la calidad de la obra de arte.
En esa capacidad de conducir las sensaciones del que contempla el arte reside la genialidad, y en su consecución está el que podamos diferenciar una obra magistral que pasará a la historia frente a una mediocre producción que pasará desapercibida.
Estos
ejemplos me llevan a considerar que la música, en el proceso de generación de
un sentimiento estético (una emoción que nace en la contemplación de una obra
de arte) es, como las otras artes, un componente más del engranaje contextual
que define la emoción. Al sacar de contexto una música determinada, pierde esa
capacidad emotiva clara, para quedarse en una capacidad de generar sensaciones.
Esta diferenciación entre sensaciones y emociones me parece clave: la sensación
es ese escalofrío, ese vello de punta provocado en un momento de clímax de una
obra; la emoción es todo un complejo de sensaciones y pensamientos que
difícilmente se pueden reducir al arte en exclusiva como causante.
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